30 Junio – 6 Julio 2004
Bartolos: Enrique “El Largo”, Paco “El Gordo”, David “El Curan”
Maestre: Ole Brockhuus “El Ule”
Todo empezó con la intención de ir a ver a los Pixies al Festimad en Madrid. Se trataba de la reunión de los de Boston después de un montón de años, y no podíamos perdérnoslo. En esto que llegó la Feria de Abril y se nos presenta el largo con un grupo de daneses y entablamos cierta amistad con el jefe: “El Ule”. Resulta que iniciamos una conversación musical regada con manzanilla en la que nos descubre la existencia en su país del Festival de Roskilde, en el cual también estarán los Pixies y David Bowie entre otros. Ahí queda la cosa pero unas semanas después, a través de Enrique, nos invita formalmente a que vayamos al festival: ¿seríamos capaces de arrancarnos?.
Rápidamente me puse a ver al cartel y era de los que echaban para atrás. Además de los mencionados estaban Santana, Iggy Pop, Morrissey y unos, para mi desconocidos, Muse, entre muchísimos más en un festival de cuatro días que se lleva celebrando ¡¡desde el año 1971!!. Total que empezamos a mover el tema del vuelo, que era lo más delicado. Tuvimos suerte y en una agencia nos pillaron un vuelo muy económico, eso sí, saliendo de Málaga. Por las fechas del mismo, resulta que al final estaríamos allí casi una semana. Contactamos con Ole y él nos compraría las entradas que le pagaríamos allí. Ya estaba todo preparado.
Miércoles, 30 de JunioEl avión sale de Málaga temprano, por lo que pasamos la noche anterior en el campamento base de Estación de Cártama. Por suerte pude viajar con el DNI tras la bartolada de mi pasaporte (bendita comunidad europea). El vuelo hacía escala en Madrid y llegamos a Copenhague sobre las tres de la tarde. Ole nos recogió en el aeropuerto y nos llevó a su apartamento, muy cerca del centro. Ya en el trayecto te das cuenta de que estás en un país bastante más civilizado que el tuyo. Lo del carril bici por todas partes era algo que me sorprendió mucho y cientos de bicicletas aparcadas en la calle sin ningún riesgo a ser robadas. Por suerte sólo han pasado 4 años hasta que en mi ciudad se ha hecho algo parecido, con el carril y las bicis de alquiler. Lo del robo de las mismas es otra historia. También te das cuenta de que es cierto el mito de las suecas y danesas. Después de comer, Ole nos llevó a Roskilde, a unos 30 km de Copenhague, para que conociéramos el recinto del festival y nos pusieran las pulseras. Una vez dentro, buscamos un lugar donde poner la tienda de campaña, ya que la intención era quedarnos a dormir en el camping al menos los días de festival. ¡Qué equivocados estábamos!. Había llovido y toda la zona era un auténtico barrizal. Finalmente encontramos un minúsculo hueco en la zona más alejada posible (la gente planta la tienda casi una semana antes de que empiecen los conciertos) y allí montamos la tienda que nunca usamos. En la ida y venida, ya tomamos contacto con la fauna que asiste a un festival como este: gente de todas las nacionalidades aunque sobre todo escandinavos, siempre bebiendo cervezas y de juerga, dispuestos a vivir durante una semana con fango hasta las cejas, pero en el fondo pacíficos, tolerantes y abiertos. Como hasta mañana no hay conciertos, nos volvemos a casa con una idea de lo que nos encontraremos.
Llegamos a Copenhague y Ole nos dio un paseo por el centro. Lo flipamos con el relojito manual que lleva en el parabrisas de su coche para registrar la hora de aparcamiento en la zona restringida. Es algo que en nuestro país no se podría concebir. Ya de paso entramos en unos grandes almacenes donde me compré un chubasquero pues no iba preparado para lo que se nos iba a caer encima. Después de unas birras y comer algo, nos retiramos a nuestras suites en el sofá y en el suelo del saloncito.
Jueves, 1 de JulioHacia las 4 de la madrugada ya había salido el sol, y no había formar de dormir en un piso sin cortinas ni persianas. De todas formas no estamos allí para dormir y nos levantamos pronto a desayunar. Como el largo nos había advertido que allí no salen del arenque ahumado, llevábamos provisiones de casa y nos preparábamos desayunos de lo más español. Suerte que justo enfrente teníamos un super donde comprábamos el pan. Con la leche no había tanta suerte. Creo que hasta el tercer o cuarto intento no llegamos a comprar un brick de leche de vaca normal y corriente. Siempre nos traíamos leche como vieja, de un color y sabor repugnante. Aquí en el super vimos una maquinita inédita, al menos para mi, que devolvía dinero a cambio de botellas de vidrio. Y además nos cobraban las bolsas de plástico en la caja. Tras el desayuno salimos a explorar la nueva ciudad, comimos en un kebab e hicimos tiempo hasta la hora de coger el tren que nos lleve a Roskilde (ya no está el tito Ole para llevarnos). Con un poco de acojone por si no hemos tomado el tren correcto, nos plantamos en la estación de Roskilde y emprendemos una buena caminata hasta el recinto del festival. Por el camino nos cruzamos con tipos de lo más pintoresco y multitud de campistas acarreando decenas de latas de cerveza y alguna que otra vianda. Pasamos por la zona de acampada que está toda anegada, pero a la gente no parece importarle, y finalmente entramos en la zona de los escenarios. Programa en mano, nos dirigimos al escenario conocido como Pavilion a ver a unos tal TV On The Radio. Empieza a llover (otra vez) y todos los accesos son un barrizal, pero al menos este escenario es cubierto. Las ganas de concierto compensan el bajón anímico por el mal tiempo. No recuerdo mucho del concierto pero supongo que no estuvo del todo mal. Aquí vimos por primera vez lo que después descubriríamos que era un clásico del festival: el alien inflable sodomizando a una vaca. Nos tomamos nuestras primeras Tuborg y nos asomamos al escenario Orange donde una masa impresionante de gente salta con la música de Korn. Entre la oscuridad de la noche, la lluvia y la masa de gente, me da la impresión de que ver un concierto en este escenario va a ser cualquier cosa menos cómodo. Afortunadamente estaba muy equivocado, pero eso no lo sabríamos hasta el día siguiente. Como no dejaba de llover, nos volvimos al Pavilion, que al menos no nos mojamos, y vimos a unos tal Ricochet (Rocketeer, que diría el gordo). Lo que más recuerdo de ellos es la versión de “Hit the road Jack” pero me gustaron más que los TV On The Radio. Y así acaba el jueves de festival, que es el día más flojo. Lo de quedarnos a dormir en la tienda que plantamos ayer, ni de coña. Nos vamos a casita en Copenhague a tomar una ducha calentita y dormir sequitos. Ole trabaja de voluntario en el festival y pernocta en una tienda de campaña, en una zona especial con todas las comodidades. Nos ha dejado la llave del piso.
Viernes, 2 de JulioYa nos vamos acostumbrando al amanecer danés, y dormimos un poco más. Tras el ritual del desayuno, otra vez salimos de excursión. Esta vez nos atrevemos a adentrarnos más en la ciudad y visitamos la plaza del ayuntamiento y las calles más comerciales del centro. Después de comer, otra vez a la estación central a coger el tren hacia Roskilde. En el trayecto asistimos a la bochornosa escena de unos españolitos que echan del tren porque no han comprado billete: “No problem”, decía uno de ellos, “next stop go out”. Nos dirigimos al Orange Stage, donde tocan Slipknot, que sustituyen de última hora a David Bowie (suspendió la gira porque le dio un jamacuco). Los Slipknot son unos descerebrados con caretas a lo Leather Face de la Matanza de Texas. Van todos con uniformes y llevan una coreografía muy estudiada que acompaña a una música muy contundente. El tiempo ha hecho una tregua y la luz del sol hace que las cosas se vean con mejor cara. Aquí observamos que delante del escenario hay cuatro zonas de seguridad donde la gente está en primera fila y muy holgada. El acceso es por los laterales y lo cortan una vez la zona está lo suficientemente poblada. Ya hay gente haciendo cola para el siguiente concierto, que serán los Pixies, así que allí vamos nosotros a hacer lo mismo. Un semáforo en verde da vía libre para entrar y salimos corriendo (como groupies, que diría el largo) para estar en primera fila. Aguantamos allí hasta bien iniciado el concierto, pero no vale la pena los apretujones. Cinco metros más atrás se ve igual de bien y sin mongolos que te empujen. No acababa de creerme lo que veían mis ojos: los Pixies. Después de tantos años que se separaron ya nadie podía esperar tener la oportunidad de verlos de nuevo. Evidentemente la reunión no tiene otra razón que la económica, pero a mi me da igual. Están tocando todos los temas que los han hecho unos clásicos y un referente para cientos de grupos. Salvo Kim Deal, todos van rapados al cero e impresionan mucho sobre el escenario. Coreando todas las canciones, llegamos al final del concierto. Breve, pero es lo que tienen los festivales. Nos vamos a buscar a Ole que trabaja en el escenario Arena; nos va a colar en la zona prohibida. Los voluntarios y currantes del festival, tienen acceso a una zona reservada donde disponen de restaurantes, bares y áreas de recreo muchísimo más acondicionados que la zona común de la chusma. Ole lo tiene todo preparado; nos pone unos petos de voluntario y a la orden de “escondeos las pulseras, no habléis con nadie, y si alguien os pregunta os hacéis los despistados”, nos cuela al backstage y de ahí a un mundo nuevo. Nos lleva a un bareto muy animado donde suena la música y todo el mundo está pasando un buen rato. Por si fuera poco, además nos ha dado tickets de comida y bebida de los que damos buena cuenta. Con el estómago lleno vamos a tomar unas birras y jugamos al futbolín. Ole se dedica a burrear a una niña y Benji (colega del Ole) me presenta a una franchute que me intento ligar sin ningún éxito. Creo que no me creyó cuando le aseguré que yo también era currante del festival. Lo pasamos muy bien, pero ya estábamos cansados después de tantas horas de festival, así que nos despedimos de la banda hasta mañana. Cuando salimos de la zona, un voluntario nos miró con cara de pocos amigos al comprobar que nos habíamos colado (nos vio las pulseras). Creo recordar que esta vez cogimos el autobús de regreso a Copenhague. Son las 2 de la madrugada.
Sábado, 3 de JulioBueno, un día más. Creo que pasamos la mañana güeveando en el piso. Ole nos ha dejado también el portátil, y podemos ver el correo electrónico. Hoy tenemos de primero a Iggy Pop hacia las 7 de la tarde, de modo que salimos con tiempo para estar allí a esa hora. Comienza el concierto en el Orange Stage con un sol radiante, pero al rato empieza a caer una tromba impresionante. El loco de Iggy, descamisado, comienza a correr por los pasillos de la zona de seguridad cuando más llueve. No es la primera vez que veo a Iggy Pop pero sí la primera con los Stooges. Se nota que quiere hacer el gamberro, pero la estricta organización de Roskilde no se lo permite. Cuando empieza a tocarle las pelotas a uno de los de seguridad, me da la impresión de que éste le va a devolver una colleja. Con “I wanna be your dog”, que toca por segunda vez pero con otros arreglos, finaliza el concierto. A continuación vemos a The Shins sin mucho entusiasmo en el mismo escenario, y después nos vamos al Arena a ver a Morrissey, otro de nuestros favoritos del cartel. El escenario Arena también tiene una zona de seguridad en la primera fila, y conseguimos entrar después de una larga cola. Valió la pena, vimos el concierto muy bien. Salió el Morrissey y comenzó con su repertorio en solitario. Sólo hizo un par de concesiones de temas de The Smiths, pero sonaron muchos de sus éxitos. Prácticamente entre tema y tema, se quitaba la camisa y la tiraba al público. Acabó el concierto y sonó “My Way” de música de fondo. TODA la audiencia cantaba la canción en perfecto inglés. Ya cansados nos volvimos al Orange a ver al ex-housemartins Norman Cook, a.k.a. Fatboy Slim. Vaya ambientazo que había. Y es que este tipo sabe cómo hacer bailar a la gente. La noche era cerrada y no se veía un pijo, así que deambulábamos por allí un poco zombis. Bueno es hora de volver a casa.
Domingo, 4 de julioHoy el día amanece espléndido. El chikitín dice que ya ha tenido barro suficiente y no quiere venir hoy al festival. Paco y yo por supuesto que no nos vamos a perder a Santana que toca a las 5. Llegamos al festival y vemos a muchos abueletes (los domingos del festival es gratuito para los jubilados). Con menos gente de lo habitual, entramos al Orange y nos colocamos perfectamente para ver a Santana. Con una banda impresionante (Dennis Chambers a la batería) comienza un conciertazo nada menos que con “Soul Sacrifice”. Como muchos temas suenan en español, esta vez somos Paco y yo los que nos sabemos las letras perfectamente. Espectacular, y con un sol radiante. El bis es apoteósico con un “Evil Ways” en el que intercala mensajes a Bush y que se fusionó con un “A Love Supreme” para finalizar. Creo que el mejor concierto del festival, para mi. Estoy muy contento, y me compro la camiseta del festival (un poco grande como pude comprobar después). Con unas cervecitas de por medio, nos vamos a ver a Muse, que Paco me había garantizado que eran demasiao. No se equivocaba. Con el tiempo me he hecho fan de esta gente. La música de Muse es apoteósica, y con sólo tres componentes en el escenario, suena muy, muy contundente. Todos los temas son buenísimos y la gente tiene la lección bien aprendida. Hay mucho público, y estamos apretujados, pero disfrutamos muchísimo. Como se suele decir, ya prácticamente está todo el pescao vendido, y sólo nos queda por ver a Scissor Sisters, que tienen para mi el único atractivo de hacer una versión muy original del “Comfortably Numb” de Pink Floyd. Además hemos hablado con Ole y lo esperaremos al finalizar el concierto para ayudarle a llevar sus pertenencias a Copenhague. El concierto de las “tijeritas” era muy divertido, con una música muy bailable. Todo muy colorido y animado. Cuando acabó, nos despedimos del festival hasta ¿el año que viene?. Vamos ahora a recoger la tienda que colocamos el primer día, aunque estuvimos a punto de pasar de ella y dejarla allí. Como íbamos muy cargados, Ole, Benji, Paco y yo pillamos un taxi que nos dejó en el piso en Copenhague.
Lunes, 5 de JulioCon el festival acabado, ya nos podemos dedicar exclusivamente a hacer turismo. Queremos ir a conocer Cristianía, un barrio dentro de un parque que durante años fue el paraíso de los fumadores de hachís. La permisividad de las autoridades ya se ha acabado y ya no hay el consumo de antes. De todas formas el barrio sigue teniendo el mismo espíritu hippy. Cogemos un metro que nos deja cerca e intentamos subir a la torre de la iglesia de Nuestro Salvador, pero está cerrada por el mal tiempo. Entramos en Cristianía y lo primero que vemos es un mural pintado en una pared que dice que nada de fotos. Está todo lleno de mercadillos y unas terrazas con bares donde nos tomamos una birras la mar de a gusto. Después paseamos por el parque y vemos viviendas un tanto destartaladas junto al lago. Es un sitio curioso, sin duda. Después de comer, hemos quedado en el Tivoli con Ole y Benji. Yo no me encuentro muy bien. Creo que tanta agua me ha cortado el cuerpo y tengo destemplanza, de modo que no estoy para muchas atracciones. De todas formas no podemos dejar de conocer el famoso Tivoli y prácticamente no hago nada salvo ver cómo los demás se montan en las atracciones. Así pasamos la tarde-noche. Mañana nos volvemos a casa.
Martes, 6 de JulioEl avión no sale hasta el mediodía, así que tenemos tiempo de ir al centro y hacer algunas compras. Yo me encuentro cada vez peor y estoy deseando volver a casa. No tengo ganas de nada, pero la mañana pasa rápida y Ole nos deja en el aeropuerto. Nos encontramos con la mala noticia de un retraso en nuestro vuelo, pero al menos nos dan vales de comida para compensarnos. Prácticamente no como nada y sólo esperamos que llegue la hora de partir. Ya nos hemos despedido de Ole y le hemos dado las gracias por todo. Qué gran tío este Ole. Entre la escala en Madrid y otras historias, aterrizamos en Málaga casi de madrugada y nos queda un trecho hasta Sevilla. Por supuesto que no conduzco y es Paco quien nos lleva de vuelta. No me entero del viaje, lo paso dormido. Por fin en casa. Y mañana tengo que ir al curro. Si no fuera tan tonto me quedaba en cama y no iba a trabajar. Ha valido la pena. El año que viene, más.
Balance del festival:
Asistentes: 76.000
Precio: 155 €
Lluvia: 28 l/m2 (el tercer festival más lluvioso de todas las ediciones)
Bandas: 161
Escenarios: 8
Nacionalidades: 30
Área Total: 1.562.482 m2