Sevilla. Octubre de 1991. Queda poco para la EXPO’92 y en la ciudad flota en el ambiente la sensación de que algo grande va a ocurrir. En lo musical, la organización se despacha con un festival con un nombre muy pretencioso: “Leyendas de la Guitarra”. Poco a poco empiezan a sonar nombres: B.B.King, Paco de Lucía, Brian May, John McLaughling. Se especula que también estarán Eric Clapton y Johnny Winter. Algunas “Leyendas” del cartel no pueden serlo por su juventud o por su escaso virtuosismo. Salen nombres que nada o poco tienen que ver con la guitarra. Y sale también Miguel Bosé. Finalmente se confecciona un programa de 5 conciertos, más o menos temáticos: la noche del blues, la del jazz, la de “las guitarras locas”…En mi precaria situación económica del momento, sólo puedo permitirme pagar las 2.800 ptas de la entrada para una noche. La última.

El resto de actuaciones, tengo que conformarme con verlas en semidirecto por televisión, que no está tampoco mal.
En la dirección artística del festival está Phil Manzanera y se consiguió un cartel definitivo de superlujo. El problema de estas cosas es que al final lo que tienes es un revival de dos horas donde cada estrella actúa unos 15 minutos, donde te meten algún que otro paquete no deseado y donde al final lo importante parece que es salir guapo en la foto final. Pero aunque te sepa a poco te brinda la oportunidad de vivir momentos maravillosos e irrepetibles. Así me pareció por ejemplo poder ver a B.B.King mano a mano con Albert Collins, o reunir de nuevo en el escenario a John McLaughling y Paco de Lucía, o bandas de acompañamiento formadas por músicos de lujo como George Duke o Tony Levin. Aunque también hubo momentos lamentables como ver a Bob Dylan haciendo de Bob Dylan, o Bo Diddley intentando hacer un punteo decente en la jam final junto a otros monstruos del blues, o los gallos de Miguelito Bosé cantando “Sevilla”.

Cada noche, un músico hace de maestro de ceremonias, y en la última sesión este papel correspondió a Brian May. Los cabezas de cartel de aquella noche son, junto al propio May, el malabarista Joe Satriani, su aventajado alumno Steve Vai, el rookie Nuno Bettencourt y el eagle Joe Walsh. Junto a ellos, una banda de superlujo con Steve Ferrone y el desaparecido Cozy Powell a la batería, el inmenso Nathan East y Marc Morán al bajo, Rick “Yes” Wakeman a los teclados y un entonces no tan metrosexual Paul Rodgers junto a Gary Cherone a la voz. El escenario, el mismo que en anteriores sesiones con el añadido de una pasarela adicional y más pirotecnia de lo habitual. En la grada, una zona delantera reservada a los que pagaron la descabellada cifra de unas 8.500 ptas y que, desde el minuto cero que se apagaron las luces, fue invadida por la plebe de melenudos que no iba a permitir ver a sus ídolos desde la lejanía de las localidades económicas. Una vergüenza de organización, vaya. Todas las sesiones se desarrollaban más o menos de forma similar: uno de los invitados interpretaba su seleccionado set que finalizaba solapando alguna interpretación a dúo con el siguiente invitado. Así se sucedían las actuaciones con alguna que otra entrada y salida de artistas en momentos puntuales y hasta la traca final donde mil guitarras interpretaban conjuntamente algún clásico. Como ya dije antes, una bonita foto para la posteridad. Pude ver a los guitar hero del momento Satriani y Vai haciendo locuras con sus Ibanez, a los Extreme en su momento de máxima popularidad, a un pasadísmo Joe Walsh bastante payaso pero que tuvo un emotivo tributo al recientemente fallecido Steve Ray Vaughan, y a un inmenso Brian May. Humilde, pero demostrando quién manda ahí. Sin duda consciente del final de los días de Freddie Mercury, quizá fue en aquella sesión donde comenzó a gestar la posibilidad de unos nuevos Queen con Paul Rodgers a la voz.