domingo, 19 de junio de 2016

Neil Young & Promise of the Real, Madrid 18/06/2016

Mad Cool Festival

Neil Young: Guitarra, Voz, Armónica, Teclado
Lukas Nelson: Guitarra, Voz
Mica Nelson: Guitarra, Teclados, Voz
Corey McCormick: Bajo, Voz
Anthony LoGerfo: Batería
Tato Melgar: Percusión

La de anoche fue la cuarta vez que me encontraba con Neil Young en un concierto. Lo he visto con Booker T. & The MG's, lo he visto con Crazy Horse, lo he visto con su banda de amigos en el 2008, y anoche lo veía acompañado de los hijos de su amiguete Willie Nelson. Pero es que anoche vi al NY del After the Goldrush, al NY del Harvest, al NY del Comes a Time, al NY del Mirror Ball y al NY del Rust Never Sleeps. Todo en una velada de unas dos horas y media, con un ambiente, unos amigos y un recinto fantástico. 


Desde que empezó el concierto de Gary Clark Jr., que tocaba previamente, ya se veía a los rusties tomar posiciones, y poco a poco íbamos avanzando hasta situarnos a pocos metros del escenario. Por el camino te vas encontrando y hablando con gente de Sevilla, de Córdoba, de Murcia. A todos les delata la camiseta, todos conocen los mismos puntos de encuentro de la hermandad de Neil: el blog de La Playa, los Rust Fest...todos han visto al tito unas cuantas veces y todos saben que cada concierto es único y especial. Todos o casi todos pasamos de los 40. Pero todos somos unos críos comparados con el septuagenario que en unos minutos nos va a dar una lección a todos. Una lección de honestidad, de hacer y tocar lo que le viene en gana, de no casarse con nadie, de demostrar cómo ser el padrino de unos chavales y sacar lo mejor de ellos, pero sobretodo una lección de que a pesar de que el oxido nunca duerme no está dispuesto a quemarse por él. 


El concierto empieza muy suave, con "After the Gold Rush" al piano. Después la guitarra acústica con "Heart of Gold", "The Needle and the Damage Done"...Neil Young señala a la emergente luna cuando ya empieza a caer la noche y parece que vaya a arrancarse con el "Harvest Moon" pero no, mejor el himno ecologista de "Mother Earth" en el armonio. Y es que Neil Young está embarcado permanente en la cruzada del ecologismo y no escatima medios y esfuerzos en ello, arremetiendo en su último disco contra Monsanto, o con su proyecto LincVolt. Ayer escenificó sus principios ecologistas con flores en el escenario, unas chicas esparciendo semillas y la irrupción de fumigadores acabando con el sueño hippie. Una efectista forma de dar la bienvenida al escenario a Promise of the Real, la banda de los hijos de su buen amigo Willie. Entramos aquí en una nueva etapa del concierto donde como decía al principio volvemos a los tiempos del Harvest, del Comes a Time, con canciones como "Out On the Weekend" (no me la podía esperar, me encantó), "Human Highway" (que me encanta siempre). Quizá se eche en falta un poco más de volumen, un poco mas de empuje, pero no es así como va a funcionar esto. El tito Neil tiene perfectamente planteado el crescendo del concierto y a continuación da un paso adelante aparcando la acústica y colgándose la Gretsch blanca y se marca un "Alabama", "Words" y un "Winterlong" que literalmente me hace llorar de nuevo. No paro de cantar. La gente no para de cantar y entiendo que puede resultar molesto pero, lo siento mucho. 


Y ya finalmente, ocurre, aparece la Old Black, la guitarra sucia que decía el amigo Carrascus. Cuando suenan los primeros acordes de "Down by the River" entramos en éxtasis. Un éxtasis que no tendría un descanso hasta veinte minutos después. Si no fuera por las pintas imberbes de POTR se diría que estamos ante los mismísimos Crazy Horse. Neil Young exprime su guitarra haciéndola aullar y gemir como sólo él sabe hacer y nos da la espalda buscando a sus pupilos, incitándolos, comprometiéndolos, buscando de ellos ponerlos al nivel de entrega al que está dispuesto a llegar en este tour de force. No se escapa ninguno, los busca a todos. Sólo así se puede alcanzar la comunión total entre intérpretes, recinto y audiencia. Más de veinte minutos, señores. Sólo con esto ya ha valido el esfuerzo del viaje pero el concierto no ha acabado aún. Quedan varios momentos igual de intensos pero no tan prolongados, como "Mansion On the Hill", una de mis favoritas de todos los tiempos y que por primera vez la escucho en directo, o la épica "Like a Hurricane", clásico inmortal que parecía no tener fin con todos esos falsos finales que tanto le gustan al tito (hasta el punto de editar un disco sólo con ellos). Y para acabar (con pequeño respiro de por medio) una absoluta declaración de intenciones, himno atemporal y estampado de camisetas: "Rockin' in the Free World"


El concierto se acaba. Nos guste o no hay que pagar el precio de ver estos conciertos en un festival y el tiempo está ajustado, a pesar de haber excedido sobradamente las dos horas. Suena la música ambiental y se ven pipas recogiendo trastos del escenario pero no, esto no puede acabar aquí, hay que conseguir sacar a la banda de nuevo como sea. Y lo conseguimos. No sé si estaba programado, pero lo conseguimos. Y sonaron los acordes te otro pelotazo legendario: "Love and Only Love", poniendo el broche a una noche mágica, como todas las que me ha despachado el gran Neil Young. Gracias José Miguel, Antonio, Nuria, Enrique y Guillermo por la compañía. Nos vemos en el siguiente.

Setlist:
After the Gold Rush
Heart of Gold
The Needle and the Damage Done
Mother Earth (Natural Anthem)
Out On the Weekend
From Hank to Hendrix
Human Highway
Unknown Legend
Someday
Alabama
Words
Winterlong
Down by the River
Mansion On the Hill
Like a Hurricane
Western Hero
Rockin' In the Free World
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Love and Only Love

6 comentarios:

David González dijo...

Publico aquí la crónica de Blogin In The Air. Porque es magnífica. porque quizá aquí perdure más que en facebook:
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Si uno sabe apreciar el regusto del climax continuado que hay en un final alargado hasta la extenuación, hasta no poder más y tener que parar porque no te quedan fuerzas, y aún así ser capaz todavía de empujar más y más… espera, espera; que no estoy hablando de follar. Estoy hablando de los largos finales instrumentales, deformados, enmarañados, retorcidos, que nadie sabe darle a sus canciones como lo hace Neil Young. Su concierto del sábado en el Mad Cool terminó con él completamente perdido entre los trastes de su guitarra, frente a 35.000 almas entusiasmadas, sacando de su “Love and only love” un atronador acorde final que duró más que todas las canciones juntas con las que había empezado en el ocaso de esa tarde, cuando se subió él solo al escenario.
Lo hizo después de que dos chicas, ataviadas de granjeras, esparcieran con sus manos semillas por todo el escenario, las nuevas semillas plateadas de las que Neil hablaría en la canción con la que todo comenzó hoy, “After the gold rush”. Él solo, sin más ayuda que la armónica que llevaba en el soporte y el piano o la guitarra Martin acústica que una vez perteneciese a Hank Williams, con la que acompañaba su voz, esa voz suya, esa voz de todos cuando canturreamos en nuestras cabezas “I want to liiiive, I want to giiiiiive, I've been a miner for a heart of goooold…”. Esta vez no fue necesario cruzar un océano para encontrar el corazón de oro, el sentimiento conmovedor de volver a la juventud, cuando encontrabas continuamente tesoros dorados en los discos que escuchabas por primera vez; hoy solo fue necesario cruzar una pradera de césped artificial salpicada, además, de geniales paradas como la que hicimos delante de los London Souls, una banda que es igualita que los Living Colour si se hubiesen ido la mitad los músicos, dejando solos a Vernon Reid y al batería; es cierto, les hace falta un bajo para dar más consistencia a los graves, que solo aporta el bombo, pero nos arrancaron una sonrisa más luminosa que el sol que en ese momento todavía nos quemaba, cuando nos ofrecieron un aperitivo rusty con una brillante versión del “Ohio”. La última parada fue ya ante el escenario principal, en el que aún nos quedaría una hora y media de espera, tiempo cortísimo rodeado de amigos y con el Marvin Gaye resucitado que es Gary Clark Jr. dando a escasos metros delante de nosotros un fantástico concierto… pero aquí a lo que hemos venido es a hablar del que dio Neil Young…
“The needle and the damage done” siempre sonará de forma poderosa, aunque se la interprete de una manera tan minimalista como Neil lo hace esta tarde que ya está terminando y dando paso a la luna, que recibió un saludo de Neil Young que nos hizo pensar que escucharíamos “Harvest moon” en su lugar. Para su interpretación del ceremonial “Mother Earth” se sentó ante un harmonium que había en la otra esquina y nos demostró nuevamente el poder de su voz, esa voz suya que fuimos tan privilegiados de disfrutar en estas rendiciones acústicas y desprovistas del papel colorido y la pintura que las envuelve habitualmente cuando las escuchamos en los discos.

David González dijo...

Neil casi no se había levantado aún cuando entraron los fumigadores, con sus trajes protectores de material biopeligroso, acabando con todo lo que oliese a bucolismo con sus ráfagas de veneno. Cuando supe de la celebración de este concierto tuve algunas reservas pensando que quizás estuviese lleno de canciones del “Monsanto”, pero lo único de él que tuvimos esta noche fueron las dos apariciones efectistas de actores en el escenario. Cuando se fueron con sus máquinas de empozoñar cosechas salieron los Promise of the Real, la banda de gunners que ahora le acompaña de una forma tan efectiva que nadie se acordó de los Crazy Horses cuando vimos lo que son capaces de hacer. Terminaron tan feroces como la más implacable banda de grunge que te puedas imaginar, pero entraron semi-acústicos, respaldando a Neil, que le dio aires de country rock a unos cuantos más de sus clásicos… “Out on the weekend”, “From Hank to Hendrix” (difícil no emocionarse), “Human Highway”, “Unknown legend” y “Someday” se fueron sucediendo de forma resplandeciente, demostrando que había química suficiente como para sobrepasar todas las diferencias que pudiese haber entre él y un grupo de músicos que seguramente no habrían nacido siquiera cuando Neil compuso las canciones que estaban interpretando. La voz de Neil Young perforaba el aire como si la hubiese guardado en algún lugar, preservada del tiempo, para que nosotros esta noche pudiésemos paladearla y notar el mismo sabor que tenía cuando grabó “Out on the weekend” en Nashville hace 45 años. Canciones interpretadas sin prisas, Neil sentado en su nuevo vehículo, antes de ponerlo a toda velocidad, disfrutando de la conducción señorial antes de cambiarla por la deportiva. Este dulce tramo intermedio del concierto empezaba a enfangarnos en el meloso barro de la nostalgia cuando Neil cambió la Martin acústica por su eléctrico Halcón Blanco y convirtió “Alabama” en la siniestra acusación de racismo que nació siendo y que él desechó hace tiempo porque pensaba que sus palabras eran ya condescendientes y podían malinterpretarse; los tiempos actuales las han puesto de nuevo en primera línea de batalla y ahí está de nuevo lanzándolas Neil Young, con la actitud desafiante de los antiguos rebeldes.

David González dijo...

“Words” es, simplemente, brillante; y luego vino “Winterlong”, la gema olvidada de Neil a la que los Pixies y los Jayhawks desenterraron y pulieron para que aquél deslumbrase con ella a todos los públicos que asistiesen a sus giras en los años venideros. “Winterlong” es la más dulce de las canciones del repertorio eléctrico de Neil y su aura romántica es más genuina todavía entre las armonías rotas que se nos clavaban esta noche. Si después de ésta hubiese interpretado “Cinnamon girl” me hubiesen tenido que rescatar de las profundidades del síndrome de Stendhal…
…pero en lugar de hacer eso Neil Young fue a por su Old Black, la más mortífera de sus hachas, su guitarra más guarra, la de los acoples, la del feedback que distorsiona tus sentidos. Y a partir de ahí nos dimos cuenta de que los Crazy Horse ya serían para siempre un desvencijado motor para impulsar el rock del jefe, con sus cilindros fallando en el arranque, cubiertos por el polvo de los años; estos jóvenes Promise of the Real tienen el virtuosismo y el fondo adquirido en una vida, corta, pero toda ella mamando de las influencias de todos aquellos a los que Neil Young influyó antes. Y bajo su dirección estiran “Down by the river” durante más de 22 minutos en los que a un segundo de fade out seguía un nuevo ataque al riff de la canción por parte de Neil que arrancaba treinta y cinco mil aullidos… cinco veces… seis… siete… el larguísimo río desembocó en la ladera de la colina donde se encuentra la mansión que Neil construyó en 1990. Pero las feroces aguas de este río habían empapado totalmente sus paredes y “Mansión on the hill” sonó igualmente épica, extensa… ni la furia de las aguas del revuelto río ni la fuerza del huracán pudieron hundirla; se mantuvo altiva entre las dos. “Like a hurricane”; como un huracán suena la guitarra de Neil, nunca ensombrecida ni tapada por las otras dos que hay encima del escenario. A la derecha de Neil esta Lukas, y si diriges hacia él la mirada muchas de las veces ves que ni siquiera está tocando, de vez en cuando se arranca con algunos acordes ocasionales que le dan textura e impacto al sonido total; funciona, suena de una manera excelente; toca las partes que la canción requiere de él, aunque eso signifique que tiene que hacerlo de forma simplista y minimalista en otras ocasiones… por eso esta banda de Neil es mucho mejor de lo que creen los que se han quedado anclados en los años del caballo loco. Y cuando hay que sonar soberbios, brillantes, saltar en el escenario entre los gritos de la gente, allí están ellos también. No sé si esta canción es la que mejor mezcla la melodía con la expresión de todas las canciones de Neil, quizás eso sería mucho decir, pero todo se une con tanta brillantez… las letras, la melodía, la fluidez vocal y de las notas de la guitarra… parecía que la voz de Neil salía de su guitarra y viceversa… “hemos visto lo mejor del mundo, hemos visto lo mejor del mundo”, susurraba Fito, el de los Fitipaldis, mientras se alejaba del escenario, seguramente abrumado por la insoportable presión del martillo sónico que nos golpeaba. Así era imposible seguir. Y no porque no quisiéramos hacerlo, sino porque es físicamente imposible sacudir tantas veces los hombros y la cabeza, estirar los brazos en alto sin resentirse; nadie puede mantenerse dentro de un huracán mucho tiempo si no viene un héroe a rescatarte.
Y ése fue el que nos salvó, el “Western hero” que nos devolvió a todos al suelo, a recuperar el resuello suficiente para romper después nuestras gargantas al grito de “keep on rockin’ in the free woooooorld” cien veces repetido, para que los oigan todos aquellos que quieren encadenarnos, los Rajoy, Trump, Al-Asad… aunque en esos momentos ninguno de los que estábamos allí pensásemos en ellos siquiera. No, en esos momentos de lo que se trataba era de dejarnos moler por los sonidos aplastantes de las guitarras; intoxicantes, incontrolables, de los que te hacen perder la compostura… sin que te importe hacerlo.

David González dijo...

Y después se fueron. Salieron pipas a mover amplis e instrumentos, encendieron las luces y apagaron las pantallas gigantes… pero de allí no se movía nadie. Los gritos incansables de todos les hicieron volver, aunque estoy convencido de que ellos mismos sabían que lo harían de todas formas. El final del espectáculo ya te lo conté al principio.
En total dos horas y media intensas, con unas canciones que se apartaron bastante del set list de otros conciertos anteriores, porque me da la sensación de que Neil Young toca cada noche lo que a él le apetece. Afortunadamente también es lo que nos apetece a todos los que nos da igual que Neil se dé ese gusto. No sé si nos hemos dado cuenta de lo afortunados que fuimos todos los que estuvimos allí; Neil Young dibujó su entera carrera para nosotros en el escenario. Con la única banda que es capaz en la actualidad de ayudarle a hacerlo. Vencidos por el shock, sobrecogidos, intimidados, fuimos testigos de la grandeza.

Anónimo dijo...

Excelente recogida, excelente harvest amigo, allí estuve y lo relatas de putas madres.
Asómate a Bolonia y lo celebramos, un abrazo. Wenry. (Mallorca)l.

David González dijo...

Gracias Wenry. Ya me gustaría pasarme por Bolonia, que me coge cerca, pero no podrá ser. Seguro que volverá a se runa experiencia inolvidable. Un abrazo.